lunes, 16 de junio de 2008

Luis Enrique Mejía Godoy: Poeta cantor y pintor de sonoridades

El tercer componente escondido es el que ha sonado con todos sus ritmos
Edwin Sánchez
END - 10:40 - 11/05/2008

“Juco, maraca, quijongo, marimba, curbazá, rondón, mondongo, burundanga, cavanga, cachimba, nicaribe soy”. Cuando Luis Enrique Mejía Godoy pronuncia estas palabras del “Gigante que despierta”, se podría pensar que uno de los litorales de la biografía de este somoteño extralimita con el Mar Caribe.

“Siempre lo dijimos: todas esas palabras de origen africano, no están de puro gusto”.

Antes de que el escritor Sergio Ramírez Mercado y el historiador Germán Romero Vargas escribieran sobre la oculta herencia africana, había un pintor de sonoridades que revelaba --y se rebelaba contra el silencio-- esa parte de la sangre nacional. Luis Enrique podría ser todo un rondón de influencias musicales.

Quizás es de los primeros en extender la patria como tal, más allá del Pacífico, o, mejor dicho, más allá de Masaya. Quizá porque él mismo es de Somoto y no estaba incorporado al territorio folklórico nacional, por eso, cuando habla, acústicamente, uno de sus mejores aliados para identificar lo que él denomina “el trébol” de la nicaraguanidad, precolombino, andaluz y africano, es la marimba.

Y ocupa el teclado de madera para ilustrar cómo los nicaragüenses “se apropian” de lo que pasa, del sur o del norte, por Nicaragua. El somoteño de 60 años, a los 22 llamó la atención con un álbum que no se parecía en nada a lo que hacía con un grupo de rock and roll en Costa Rica: “Hilachas de sol”; pero es que Luis Enrique lleva demasiados sones en su curriculum, mejor dicho, pentagrama vitae.

El alma de la marimba
Abierto a las ideas, a las experimentaciones, a lo que los jóvenes pueden hacer, el cantautor se ve tan seguro de lo que ha aportado, que afirma, sin lamentarse, que dentro de 100 ó 200 años, sus canciones podrían pasar a formar parte del folklore, cuando sólo suene su música, pero su nombre haya sido borrado por el tiempo.

Tal vez Diana Jirón Graff, quien escribió un comentario, en la última entrevista que le hicimos a Luis Enrique, resuma lo que muchos compatriotas sienten por el compositor:
“Todo lo que aprendí de Sandino y de la historia de Nicaragua, la que de verdad importa, de hombres y mujeres humildes y valientes, lo aprendí de sus canciones. Le tengo tanto respeto a este señor. Se merece muchos homenajes en vida. Diana Jirón Graff 07:13 - 20.02.2008.

De dónde le viene el son
Por eso, ahora conoceremos la otra parte de su vida: de dónde le viene el son.

Cada generación de músicos aporta y se rebela, nos dijo una mañana. “Lo que hacían (musicalmente) Erwin Krügger, Víctor Manuel Leyva, Jorge Isaac Carballo, lo que hace Otto de la Rocha, es distinto. Había diferencias entre la formas de tocar las guitarras, y el que se impuso fue Camilo Zapata. Y él dice que lo que hizo fue agarrar el alma de la marimba y pasarla a la guitarra”.

Más que hablar, Luis Enrique canta, suena, rasguea la guitarra. Es muy didáctico a la hora de definir los ritmos. Para darle fuerza a lo que una vez le dijo don Camilo, toca “El solar de Monimbó” y de veras, las cuerdas parecen volverse las teclas del instrumento que todos creímos era legítimo de Masaya y jamás que había salido del África con los esclavos. “Al sonar de la Marimba, se despierta Monimbó…”, entona, y él mismo, con el golpeteo, confirma las palabras del autor chinandegano: “Me parece que es cierto, le da ese color, ese formato, ese sabor al Son Nica”.

Del Trío Monimbó a Los Zorzales Guaraníes
Pero, el primer grupo que toca la música de Camilo es el Trío Monimbó, y al decir esto, el artista suena la guitarra. “Utilizan el formato mexicano, bien popular, para tocar el Son Nica y Los Zorzales Guaraníes, que no son nicaragüenses, son los primeros que graban, con arpa --lo más parecido a la marimba--.

Luis Enrique asegura que todo mundo tiene influencias, pero también todo mundo se va revelando. Viene Carlos Mejía Godoy, por ejemplo, con influencias de Atahualpa Yupanqui, y el autor de “Volveré a mi pueblo” coge por la música de Chile, de Bolivia, de Argentina y del Caribe.

Carlos crea el primer son nica en menor, seis por ocho, con su “primogénita” Alforja Campesina. Y le pone el acordeón. Se rompen unos esquemas que son aceptados en la medida que el país está más abierto a muchas cosas, subraya.


De cómo nace el folklore
¿Al salirse de la tradición, no rompe con la identidad nacional, que es el Son Nica?
No. Creo que el folklore cambia y tiene que cambiar. Andá ve a los que bailan El Güegüence. Utilizan zapatos tenis. El folklore, sobre todo en la música, no puede ser una pieza de museo. Una cosa es una pieza arqueológica: se pueden hacer duplicaciones de esa pieza, pero no podés agarrar esa pieza y pintarla con zapolín, ¡a la p…! o con spray de laca. Lo más que podés hacer, de acuerdo con los restauradores, es usar una pega…
¿Qué es la música típica, vernácula, folklórica?
El Zanatillo, Palomita Guasiruca, El Lirio y la Fuente, son folklóricas, y mucha de la música de marimba.

Hipotéticamente, cualquiera de nuestras canciones pueden llegar a ser folklore. En 100, 200 años, se olvida el nombre, se enreda, se confunde, o la gente empieza a hacer sus propias versiones de las canciones, y hacen tantas, aunque se vaya “mutilando”, pero es el colectivo el que lo hace, no una persona en particular. Es lo que pasó con los Perjúmenes.

Tenía 14 años cuando en Somoto escuché a unos campesinos cantar: “Juan Talavera, me dijo Juan Talavera”; y yo ya conocía “La Guantanamera”. La oyeron por la radio, pero ¿qué sentido tiene para un somoteño Guantánamo, guantanamera? No suena a nada, pero a Juan Talavera sí suena.

Uno me llegó a preguntar si yo le había hecho una canción a “José Panamá”, no, le dije, es “Josefana Va”. ¿Te das cuenta?, mirá todo lo que sucede, y eso que estamos en el siglo XXI. ¡Te imaginás a Nicaragua en 1900! Y las canciones mexicanas que escuchaban y cantaban los abuelos, llegaron a ser canciones nicaragüenses, y los abuelos hicieron sus versiones. Se cambió tanto que ahí andan y pertenecen al folklore.

La pieza de marimba “El mate amargo” es una rancherita, como me decía un amigo de Argentina, por la forma de rasgar la guitarra (Luis Enrique con las cuerdas aplica un son lento, casi de mazurca). Quiero, le dije, esa partitura, porque tiene nombre y apellido.

¿Cuándo pasó por Nicaragua? ¿Cuándo la oyó un marimbero? Un mate en Nicaragua y sobre todo amargo no tiene ningún sentido. Eso lo podés decir en Argentina, en Paraguay. Eso es folklórico, pero si al muchacho que toca la marimba se la enseñó el abuelo, y éste a su papá, veremos que ahí está la raíz de quien la oyó y la tocaba como propio. Así nace el folklore.


De Javier Solís al cantor de manos jodidas
No somos cantantes de encargo, aseguró Luis Enrique, el hombre que ha recorrido casi todos los caminos del canto. Además de rockanrolero, le encantaba cantar los boleros de Javier Solís y de Pedro Vargas, en sus primeros tiempos.

Y así como entonaba “Entrega total”, el compositor también hizo de su vida lo mismo en el plano social: entregarse a una causa que en los años 70 no le granjeaba ningún privilegio. Al vivir en Costa Rica, adonde fue a estudiar, empezó a escribir “Hilachas de Sol”, “Primero de enero”… “Lo que trato es de recuperar algo de Nicaragua, parte de mis recuerdos, que me duele, que me ayude a la nostalgia y que yo sé que nadie se atreve a decir eso”, dice, y entona “El patrón va entrando a misa, disfrazado de cordero, se da golpes en el pecho, pero es muy duro ese cuero…”.

A la gente le causaba gracia, revela. “Suele suceder, porque se ve a un muchacho de 22 años que empieza a cantar. Inclusive a la gente afín al gobierno y hasta a algunos terratenientes, les gustaba, porque creían que no iban a perder el poder ni su finca”.

El cantautor denuncia con su canto la manipulación del cura con el patrón para decirle al campesino que siga siendo religioso, jodete aquí que mañana vas a tener una vida bellísima. “Eso va a tener más importancia en la medida que se recrudece la lucha y sale de la guerrilla en la montaña a la lucha urbana, hasta la insurrección, en contra de una dictadura, tanto que eso del cura con el patrón quedó como cualquier cosa”.

Somoza lo que nos hizo fue un gran favor, confesó. “Estos discos llegaron a la radio y comenzó a prohibirlos. Como la CBS no los podía importar, los introducía con carátulas de música clásica. Nicaragua es un país inédito hasta en eso, porque creo que es el único lugar donde una transnacional, por vender, es capaz de meter un contrabando político”.

Por aquí pasó todo, el oro, el jade, y sólo quedó la palabra, la cultura, ha cantado Luis Enrique. “Por eso es rica Nicaragua: es una inmigración de arriba para abajo. Esto me da a mí el “derecho” de tener esa influencia de Gardel, pero también de Guty Cárdenas, de Beny Moré y de la música con aire precolombino, con el quijongo…”.

“Los perjúmenes” son de Nicaragua

El cantautor Luis Enrique Mejía Godoy, a pesar de lo que ha hecho, dice no ser antropólogo ni folklorólogo ni mucho menos musicólogo, pero de tanto hurgar, quiere dejar despejado algo importante para él: “Hay que decir la verdad: Los Perfúmenes Mujer no aparecen en ninguna parte”.

Caso contrario es “El lirio y la fuente”, divulgada como una canción folklórica, es un romance español que un campesino le cambió la música, el ritmo y le dejó la letra.

Hay canciones, alguna de ellas emblemáticas dentro del canto épico a Sandino, que provienen de sus lecturas de Ernesto Cardenal, Sergio Ramírez y Gregorio Selser, que han sido cambiadas.

“Yo conozco gente que la canta de manera distinta, y más recientemente, la gente cambia tonalidades, letras, ritmos, sonoridades y formatos. Y todo eso pasa con la música que se hace popular, porque lo que no se hace popular no hace nada, se queda en el disco, en el papel. Pero lo que se hace popular es lo que más está expuesto al cambio, a que cualquiera lo tome”.

En Chile, confirma, cantan canciones mías, y cuando la voy a cantar, me dicen: pero esa palabra… sí, es que allá la cambiaron, o no tiene sentido para ellos como “pijudo”. La Massiel, en vez de decir (en “María de los guardias”) contra un hombre arrecho llamado Sandino, canta contra un hombre malo llamado Sandino.

Hay unos que cambian por ignorancia, otros por querer cambiarlas, dice Luis Enrique, también pintor, porque pinta caretas del Güegüence; poeta, que versifica los relatos, las cartas o las crónicas, y aunque su oficio es sonoro, le encanta lo visual, y es lo que vimos en su casa allá por la Carretera Sur: casi una capilla para la diversidad de instrumentos musicales de origen africano, un continente que le apasiona por su fuerza, su vibrante armonía, por lo ingenioso y artístico de cada obra elaborada para escanciar la música. Y además, la ocarina, la zampoña, el juco, en fin…

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